jueves, 2 de mayo de 2019

Día 1

Querido diario:

A tí te escribo porque en realidad no sé a quien escribirle.
¿Hay alguien ahí, leyendo estas páginas que acabo de comenzar con la incertidumbre de no saber si he de terminar?
¿Hay alguien tras el manto de la noche que se enfría cada vez más sin que el café pueda calentar las yemas de los dedos?
¿Hay alguien recordando algún amor perdido?
¿Hay alguien teniendo nostalgia de un viaje que quedó en el momento más brillante del verano pasado?
¿Quién me puede decir si hay alguien?
¿Quién me puede contar sus tristezas, sus ansiedades, sus secretos más profundos?

En realidad, no hay nadie.
Nadie más que tú y yo, querido diario, que lees sin ojos y escuchas sin sonidos.
Una triste realidad que de a poco se va esfumando para dar paso a las alegrías más simples de la vida, o por el contrario, una efervescente llamarada de energía que se ahoga en el correr de las horas esperando un anuncio agorero.

Las simplezas de la vida no están hechas para mí, ni para tí.
O tal vez sí.
Tal vez sea solamente eso.
Tal vez aquel con quien soñé me está esperando a la vuelta de la noche, al culminar las horas del nocturno, al encenderse el astro brillante en nuestros cabellos,
Tal vez él ni siquiera lo note aún, y al otro lado de las sábanas  pero yo sí quiero.
Sí quiero despertarme entre sus brazos.
Sí quiero acariciar su barbilla un instante tras otro diciéndole, susurrándole al oído lo mágico que es para mí ese momento a su lado.
Tal vez él me espere al otro lado de las sábanas, mezclándonos la piel y los pensamientos.
Y tal vez así, sólo así, en un momento de locura y arrebato, yo dé el primer paso.